sábado, 16 de agosto de 2014

SIGO A MI LÍDER

En un artículo titulado «Follow my Leader», publicado en Vanity Fair en enero de 1924, un joven Huxley de 29 años hablaba de dos tipos de personas: "el líder y el liderado", bueno, esto es simplemente una traducción libre del pesimismo reflejado en el artículo ante la posibilidad de verse obligado a aceptar la existencia de líderes políticos tal vez por la misma condición del ser humano, reacia instintivamente a comprender y aceptar su posición en el mundo sin líderes, sin gobiernos, sin intereses creados para satisfacer el ego, el ansia o la ambición de unos pocos. Según
Huxley, en la historia de la humanidad, brillan por su ausencia líderes políticos cultos, la inmensa mayoría se caracteriza por una discreta inteligencia y, lo que es peor, escasa formación cultural. 
De ahí que concluya con que para ser político y aspirar al éxito del líder no hace falta ser inteligente ni honrado, sino elocuente y apasionado. También es cierto que todo aquel que tenga serias aspiraciones políticas encontrará en estas acertadas y sabias reflexiones un sinóptico manual que le garantizará el éxito en sus ansias de poder. Huxley ofrece algunas de las claves para este "animal político": Ha de ser "valiente y resolutivo", aunque por delante se lleve, con pólvora o falsas promesas, a toda una sociedad; pero, también ha de cultivar, alimentar y bendecir los prejuicios sociales del momento. ¿Qué filósofo, sabio o científico honrado sería capaz de vivir su propia vida en semejante mentira? La pregunta es una respuesta que revela la resignación del joven
Huxley a aceptar un futuro liderado por inútiles, meapilas, paralíticos mentales, bellacos, chorizos, fantoches, sablistas, parásitos, bajamaneros, quinquis, golfantes, papanatas, cafres, villanos, mamelucos, zopencos, perdonavidas, fanfarrias, atildados, marisabidillas, puritanos, zamacucos, fantasmones, babiecas, reptiles, somormujos, felones, espurios, teloneros, babosos, chupapiedras... ¿Porque? porque «nuestros líderes pertenecen a las clases respetables» y ante la ausencia o falta de una sabia administración —que el líder desconoce o desestima—, sólo nos queda «rezar», y si el rezo es el último clavo ardiendo al que recurre un convencido ateo como Huxley, ¿qué o a quién "seguimos" los demás? 

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