NUPCIAS DE BOTELLÓN VS. NUPCIAS DE CHATEO
Huxley, en su artículo «Sex, the Slump, and Salvation» («El sexo, la crisis económica y la salvación») rescata el término «Gin Marriage» acuñado por un popular juez americano de los años treinta, el magistrado Sabath, para referirse a la moda de bodas rápidas que recorrió casi todas las grandes urbes norteamericanas justo después del crack del 29, cogiendo desprevenidos a pastores, reverendos, curas y magistrados de todos los colores, quienes hasta finales de la década de los 40 oficiaban en un sólo mes más bodas que misas y actos públicos en todo un año. En 1932, en pleno apogeo de estos novedosos matrimonios, Huxley los define y explica muy gráficamente, seguramente deseando dejar constancia y evidencia escrita de un fenómeno social que, como cualquier otra moda, no tardaría mucho en desvanecerse. Huxley ni añade ni quita ingrediente alguno a estas curiosas nupcias, solamente las describe, y yo prefiero traducir «Gin Marriage» como 'nupcias de botellón' porque
creo que suena acorde con las populares marabuntas humanas desplegadas por toda nuestra geografía cada fin de semana o festivo en honor al dios Baco, dado que, atendiendo a la naturaleza de estas bodas o calentones afectivos, pega mejor 'botellón' que 'ginebra', que, entre otras cosas puede llevar a confusión, pudiendo ser interpretado como un topónimo (la capital financiera de Suiza) o incluso como un nombre propio (el de la infiel esposa del mítico Rey Arturo). Otra razón de peso para decantarme por 'botellón' es mi humilde conocimiento del «medio»: el popular botellón español es el caldo de cultivo ideal para este tipo de amoríos, encuentros de aquí te pillo y aquí te mato, y hasta de futuras bodas o emparejamientos, porque, si la crisis económica actual en nuestro país hace imposible

Dejando atrás estas consideraciones traductológicas y sociológicas, volvamos a Huxley, que, por su parte, nos ofrece una sugerente y brillante reflexión sobre este tipo de frenéticos, apasionados, accidentados y descabellados impulsos emocionales, de los que, dicho sea de paso, nadie está libre. Hacia la mitad del artículo define muy brevemente el asunto en cuestión:
«Unas nupcias de cubalibre son un matrimonio entre un hombre y una mujer que se han conocido en un botellón («drinking party»); que se enamoran a primera vista o en el décimo o décimo primer güisqui; que corren pitando, mientras el amor siga cegándolos totalmente, a casarse con el pastor o el magistrado más a la mano» (En Time and Tide, 21 de mayo de 1932).
Pese a la inmensa capacidad visionaria de Huxley, no tenemos constancia documentada donde
augure otro tipo de nupcias igualmente inmediatas, calurosas y vehementes, que podríamos llamar 'nupcias de internet' o de 'chateo', porque, a decir verdad, en internet se empieza 'chateando', y que, a día de hoy, compiten y ganan, según parece por goleada, a las de «botellón». La semana pasada leía un documentado y bien fundado artículo del Daily Telegraph que revelaba que ya en el primer trimestre de 2014 suponían más del 65% las parejas formales (orientadas al matrimonio o vida en pareja) de la Unión Europea que se habían conocido en redes sociales tipo "Badoo", "Match", "Meetic", e incluso "Facebook". Se les olvidó una estadística para las de «botellón», que seguro que, en nuestro país, siguen gozando de muy buena salud, dando así de paso buena fe de Huxley.
Si Huxley levantara la cabeza...