miércoles, 8 de octubre de 2014


     En 1923, Chatto & Windus publica Antic Hay, la segunda novela de Huxley. No lo dice todo el título, pero sí esboza muy astutamente la sutil metáfora de la obra, la sed de vivir fuera de las convenciones a cualquier precio. El mensaje de la novela tiene una absoluta vigencia en nuestro tiempo, orquestado en una novela breve e intensa con ingredientes propios del relato corto. El protagonista de la historia, Theodoro Gumbril, un manso y joven tutor de la Universidad de Oxford, acaba totalmente decepcionado y harto del rigor académico, de la excesiva formalidad y del exagerado academicismo de la magnánima institución de la cultura y el conocimiento británicos. Descorazonado y desconcertado por la vida universitaria, se embarca, con un excéntrico y bohemio grupo de compañeros universitarios, en una bacanal de aventuras, festejos y celebraciones que rompen drásticamente con los irreductibles convencionalismos de la institución de la que aún forma parte. 
     Es una novela que podríamos definir con una sola palabra,
En su traducción al francés
«cínica». De hecho, la primera y más seguida traducción que se ha dado de la misma a nuestra lengua es Danza de sátiros, que sabe preservar muy bien el verdadero sabor abrasivo y acre que deja su primera lectura. Con todo, yo prefiero el de 'Danza grotesca', por lo de ridículo y extravagante, y, sobre todo, de mal gusto y/o grosero, que destila la novela de principio a fin, eso sí, como contrapunto a un exquisito estilo y como obligado contraste que la obra necesita para llevar su sátira hasta unos límites insospechados. Estamos ante una de las novelas más corrosivas y mordaces de nuestro autor, con un tempo frenético, brioso y vivace que marca el ritmo de la carcajada sátira ante los convencionalismos morales y las gentes más tiesas y remilgadas. Nos guste o no. ¿O es que no somos bailarinas y bailaores, consciente o inconscientemente, de la danza de nuestra grotesca realidad?