jueves, 10 de abril de 2014

Aldous Huxley y Almería

Es sabida la afición del autor de Un mundo feliz a viajar. Aldous Huxley visitó España en dos ocasiones. El principal interés de Aldous Huxley por visitar y conocer España reside en su pasión por la pintura. El Museo del Prado se convierte en el año 1929 en un motivo de obligado peregrinaje artístico, en una particular «Meca» del arte que llega a visitar en dos ocasiones este mismo año. Más adelante, en otro apartado, dedicaremos unas líneas a sus impresiones y paseos por El Prado, donde tendrá la ocasión de conocer en primera persona a tres de sus referentes pictóricos: El Greco, Goya y Velázquez.
Ahora desearía hablar  de su segundo viaje a España, en octubre de 1929, tras su paso por el Congreso de Cooperación Intelectual que se celebrara en Barcelona, cuya finalidad era luchar contra la amenaza nazi y fascista que se cernía sobre Europa. Tras el Congreso, visitó con su primera esposa, Maria, al volante de su flamante Bugatti (ella era quien siempre conducía), y el entrañable amigo de la pareja, el célebre poeta y novelista D. H. Lawrence, todo el levante español y parte de Andalucía. Si bien los Huxley y D. H. Lawrence no tenían programado ningún destino en especial, su paso por Almería, en especial, por los Campos de Níjar y la región de El Ejido causó un profundo impacto en Aldous Huxley. Sabemos que Huxley siempre mostró una fuerte inclinación por la luz. Tal vez por sus problemas oculares, la luz encuentra múltiples vías de penetración en toda su obra literaria. Las metáforas lumínicas que abundan por toda su poesía se acaban convirtiendo en poderosos símbolos de transformación también presentes en su obra de ficción y de ensayo. No en vano, en Las puertas de la percepción y en La filosofía perenne, la luz, con todos sus matices y diferentes enfoques, es el germen a partir del cual el autor intenta explicar y analizar sus experiencias más místicas por los confines del alma humana. Para Aldous Huxley la luz además de fuente de vida física es, sobre todo, la fuente de la iluminación, de la sabiduría que llevará al ser humano a la eternidad. Pues bien, esta luz tan  única y distintiva de Almería provocó en Aldous Huxley una especie de Epifanía, de revelación espiritual que ninguna otra región o paraje de los múltiples destinos que visitara antes y después, como empedernido viajero del mundo, le iba a proporcionar. 
Almería no estaba en sus planes, no contaba en su programa de viaje por España; sí contaban en cambio Granada, Sevilla y Jerez, por citar otros destinos andaluces, que también visita. Almería, que en principio sólo era un quasi obligado lugar de paso para llegar a Granada, se convierte, misteriosa o kármicamente, en un inolvidable «habitante» geográfico que logra grabarse como un «sol desnudo» en la piel de su memoria. Y así será como dos años más tarde Almería pasea su «alado futuro», su «tierra desnuda», su «seco polvo» y su «fuego celestial» por su último poemario, Las cigarras y otros poemas.  Almería queda así inmortalizada en un lumínico y vibrante soneto que hace de contrapunto lírico a la dilatada carrera poética de Aldous Huxley. 
¿Quién lo iba a decir? ¿Quién podría haberse imaginado en aquellos sufridos y agónicos años Veinte del sur de España que una tierra de tan «destemplada luz» fuese la mágica inspiración de una de las mentes más privilegiadas y brillantes del pasado siglo? Este «afortunado» paso de Huxley por Almería me reafirma en la convicción de que nada existe por casualidad, sino por una especie de determinismo causal: la casualidad es pura causalidad. Almería estaba en su destino, y Huxley estaba en el de Almería. Los dos se cruzaron en el mejor momento, en el momento justo, cuando tenía que ser y porque así debió ser, sin programarse, sin buscarse, encontrándose y abrazándose en esta eterna e infinita anotación lírica. 
Me quedo, no obstante, con una pregunta sin respuesta: ¿Qué hubiera sido si Aldous Huxley se hubiera topado con Jesús de Perceval? Estoy seguro de que un fortuito encuentro entre ambos genios hubiera deparado nuevas páginas y nuevos lienzos; pero tal vez no eran planes «dispuestos» por las misteriosas fuerzas del destino. A ello hay que añadir que en 1929 Jesús de Perceval era un adolescente de 13 años de edad que ya pintaba sus primeros cuadros; pero sólo era eso, un doncel. Huxley tendría, por tanto, que haber hecho una segunda visita a Almería, que aunque deseó y sí tuvo presente en su agenda allá por 1957, nunca llegó a producirse. Ante esta desdicha, al terminar la edición Aldous Huxley, poesía completa, sentí la imperiosa necesidad de «unirlos», «presentarlos» de alguna manera y la editorial Cátedra tuvo a bien poner la obra Río Andarax, de Jesús de Perceval, en la cubierta de la edición. Esta ha sido mi manera de intentar «con-vencer» al destino de lo que podría haber sido un fructífero y «lumínico» encuentro, mi modo de unir a estos dos telúricos  y universales genios que hicieron de Almería su musa y debieron haberse conocido. 
Véase la carta que Aldous Huxley escribe desde Los Angeles al profesor almeriense Arturo Medina fechada en marzo de 1957, en la que expresa su intención de volver a visitar Almería en un futuro (pág. 121). Lástima que no llegó a tiempo, sólo seis años después, cinco horas y media después del asesinato de J.F Kennedy, Aldous Huxley fallecía en su hogar de Los Angeles.


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